domingo, 15 de noviembre de 2009

-Papá, ¿por qué somos del Murcia?-

Esta fue la pregunta que me formuló mi hija María, ayer por la tarde, después de oirme desde las seis en el despacho dar gritos y lamentos en la derrota ante el Rayo Vallecano.

Un rato más tarde, cuando la bilirrubina ya tenía los niveles adecuados, le expliqué que uno sin saber por qué, tiene amor hacia algo y que ese sentimiento se hace con los años y que a pesar de desengaños, frustaciones y sinsabores, no puedes sacarlo de las entrañas.

-Mira María, ese amor viene desde que mi padrino Jose Luis, cuando apenas contaba con cinco o seis años, me llevó a La Condomina a ver un Real Murcia-Osasuna de Primera División, que ganamos 1-0. Con esa visión de niño, me quedé maravillado de ver un campo lleno, animando al son de un señor al que mi padrino le decía "El Panadero de Archena". Tanto fue el impacto, que mi padre me tuvo que hacer socio de lo que se llamaba grada infantil. Allí, a ese sector al lado del córner del Fondo Norte, todos los domingos acudíamos los amigos del barrio, el Perico, Alvaro, Raimundo y yo, con nuestras banderas gigantes, nuestras bocinas, nuestras bufandas y que los domingos se convertían en fiesta cuando ganaba el Murcia y en decepción y lloros cuando perdíamos. No existía en el corazón otro equipo que no fuera el Real Murcia. Y así ha sido en todos estos años, con el equipo en Primera, en Segunda, en Segunda B y hasta en el infierno de Tercera. ¿Lo entiendes cariño?-.

-Si papá, pero, ¿antes ganaba más que ahora?-

-¡Y tanto!. He visto en La Condomina perder al Barcelona y darle un baño de fútbol al Real Madrid-

-Y entonces, ¿qué le pasa ahora?.

-Mira cariño, ahora el club ya no es el mismo. Antes era de Murcia y los murcianos y ahora está en manos de un señor, que aunque salvó al equipo de la desaparición, solo ha venido a Murcia a hacer negocios en compadreo con el Ayuntamiento de nuestra ciudad. El equipo le importa más bien poco y ha delegado en una auténtica caterva de incompetentes e indocumentados-.

-¡Madre mía, papá!. ¿Y cual crees que será el futuro?.

-Pues el futuro hija mía, lo veo muy negro. Pero, ¿sabes una cosa?, ese sentimiento del que te he hablado al principio, ese no desaparecerá jamás, aunque la caterva se empeñe y aunque las frustaciones y decepciones, me descompongan el estómago cada fin de semana-.

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