Llegué cerca de las dos y media de la tarde y como me imaginaba el albergue estaba completo. Desencaminé mis pasos, ya que el albergue se encuentra al final del pueblo y entré en el Mesón Antón. Saludé a la parroquia. Un hombre con barba cerrada salió del interior de lo que intuí como cocina.
-Buenas tardes. ¿Tiene habitación?-, le pregunté.
-¿Tienes reserva hecha?-, me respondió con cerrado acento gallego.
-Pues no señor. Pero me manda el murciano de La Laguna.-, le dije esperando su reacción.
-¿Eres murciano tú también?.-, me preguntó sonriendo y con ese tonillo musical propio del gallego.
-Pues si señor. De pura cepa-, dije con orgullo.
-¡Pasa, carallo!, los murcianos son siempre bien recibidos en mi casa.-
Subimos al piso superior, que es donde Antón tiene cuatro o cinco habitaciones. La mía era abuhardilla, forrada en madera, con una cama de matrimonio recubierta de una gran manta y cuarto de baño. Nada de lujos, pero limpia y espaciosa. Treinta euros me cobró. ¡Por ser murciano, carrallo!.
Después de una ducha reconfortante, bajé para comer y he de decir que en Mesón Antón tienen una cocina exquisita. Caldo gallego, polvo a feira y un trozo de tarta de castañas y chocolate casera fue el menú, regado por abundante cerveza, "Estrella de Galicia" y como no, para terminar con un oruxo casero, hecho por él mismo y café.
Lo mejor vino en la cena. Lacón con grelos y cecina. Zagalas y zagales del roalico, ¡simplemente delicioso!. Por comida y cena me pidió 15 euros. ¡Increíble!.
Llegaron tres vecinos y yo ya me iba a la cama, pero Antón me cogió por el brazo y me hizo de nuevo sentarme en el taburete. En amena charla, nos metimos entre pecho y espalda una botella de oruxo a tapones. Yo ya estaba ciego, literalmente. No suelo beber en demasía y estos licores me aturullan. Ahora sí, ya me despedía, cuando Antón me dice: -¡Murciano, estas en tu casa!. No hay nadie más durmiendo hoy, así que te dejo la llave encima de la barra y cuando te vayas mañana, me cierras otra vez la puerta y me la dejas debajo de la alfombra. Voy a bajar con la parienta a Triacastela a pegarme una fiesta con ella.-
Me despedí con un gracias por todo y un fuerte apretón de manos.
Y mi pensamiento después de ésto. ¿Es posible que en los tiempos que estamos, todavía exista gente que confíe en otra a primera vista?. Antón lo hizo conmigo. Me dejo solo en su casa, en su negocio, con total confianza.¡Las cosas del Camino!.
Cuando vuelva por aquellas tierras y mis pies me lleven a O Cebreiro, sin dudar volveré al Mesón Antón a destapar otra botella de oruxo y brindar por la familiaridad y cercanía de esta gente tan peculiar.
Hay que zagalico los murcianos donde caemos dejamos huella. Se ve que eres buen zagal y que el camino te ha marcado como a muchos.
ResponderEliminarLa gente buena atrae a gente buena. No se si me he explicado,lo mismo las dos lágrimas que me caen podrian explicarlo mejor......
ResponderEliminaraunque tarde he dado contigo y con este blog. Esto poco más omenos nos ha ocurrido a todos los que hemos heco el camino.
ResponderEliminarP.d Gracias por tu apoyo incondicional en el Día del Nazareno. Un abrazo. El Campillo. Uno de la Quinta del Berro
Gracias Ginesico. Un día contaré las andanzas de la Quinta del Berro. ¡Qué tiempos, macho!. Un abrazo.
ResponderEliminarCreo que eso merece un especial.
ResponderEliminarSiento discrepar con tanto parabién, el trato recibido por mi madre fue nefasto en mesón Antón.
ResponderEliminarLes costó darle estancia y manutención y eso que de los dos recursos andaban sobrados. Desde luego la entrada a Galicia se le atragantó gracias al trato recibido en Mesón Antón. Muy mal.
Anton es un tío fenomenal.
ResponderEliminarSu pulpo. Cecina. Empanada. Vino y un gran etc . No se olvidan con una gran atención.
Gracias Anton.
Anton es un tío fenomenal.
ResponderEliminarSu pulpo. Cecina. Empanada. Vino y un gran etc . No se olvidan con una gran atención.
Gracias Anton.
Anton es un tío fenomenal.
ResponderEliminarSu pulpo. Cecina. Empanada. Vino y un gran etc . No se olvidan con una gran atención.
Gracias Anton.